
AY, AYA, AYA, AY
por Carlos Cáceres
Resueltamente
he querido entender lo que sucede.
Ay, Ay, llla, llai, lla, lla llai,
cómo me gustaría.
Hay, allay, ayayay, Ayai, Ayai,
los charangos,
que no suenan
que no lloran,
que se amplifican
en un monótono
son
de mando,
son los leprosos
de la estética
revolucionaria.
Hay, ay, ayayay, alla, hay,
los que marchan
que no marchan
que no maman
que sin pies
que sin dedos
que la piel
que no negro
que sí rojo
que sin dios
que sin rocas
que de Rokha
que el puto fusil
malgastado.
Hay, ayayay, hay, ayayay,
los charangos
que no suenan
que no sueñan
que se emboban
que babean
Sangre,
que no corre
que se espanta
que se entibia
que hierve
tediosa
en balas
prefabricadas.
Hay, ay, ayaa, ayayay, allai,
que las balas
que las BALAS
que se salen
que no salen
que devuelven,
toda el agua
que sale de sus bocas.
No, no, no, no, no,
Yo no quiero
que las mentes
que de tanto
acople
suturen
el pensamiento.
Sé de un canto
que no cabe
que no existe
que se muere
que lucha
por lo eterno.
Hay, hay, alla, ayayay, hay,
los charangos
se metamorfosean
de pájaros
roedores
se les cubre el lomo
de vellos
artificiales.
Hasta la victoria
Siempre y cuando
Pesen las campanas
Funerarias del poder.
De las manos
las líneas
mancas
del destino.
Mera
contracción
de piedras
que no levanto.
Rumor de otros ruidos
De las manos
un grito
¿Cuántas llegan a tocarme?
Hasta la victoria
Siempre y cuando
Pesen los cocos
De la palmera.
En un grano de arena
reposa la memoria
de un mundo
Fungible.
Un grano de arena
se escurre
en el ombligo de una sueca
Solo y mientras
el pecho aflija
seguiré cantando
el son de los poseídos.
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