
La tomaron de la calle una noche fría de 1957;
entre centrífugas y pruebas crearon a la heroína,
a la que llenaron sus tripas, para tomar su vida.
Pero ahí está sentada, en una especie de sillón estrecho
entre tubos y cables de plata.
Se ve muy elegante con su arnés al pecho y sus ojos brillantes.
Su semblante es sonriente, su mirada es penetrante.
Algo sospecha, algo sabe
Anoche durmió con el doctor, comió de lo que comían en la mesa
la subieron al sillón le rascaron su cabeza.
Le peinaron las orejas mientras la miraban con tristeza
Esa noche no sintió el frío de la jaula en sus patas,
no ladró junto a los perros del laboratorio,
cuando algún sonido se escuchaba.
Esa noche fue especial, porque era la noche final.
Todos la saludan, tocan y acarician
le dicen te quiero no te olvidaremos.
Ahí va caminando confiada su cola la delata.
Sin entender en lo que la han involucrado,
camina del lado del verdugo que la ha condenado
La llaman perra astronauta algo que nunca ha deseado.
La llaman valiente por ser obligada al riesgo que ellos inventaron
Entre aplausos y abrazos la encapsulan,
el casco no es el de siempre, su mirada se angustia.
Se acabaron las caricias, se acabó la vida.
Deliberadamente elegida para morir, Laika se eleva al cielo,
Para el ego del hombre hacer cumplir.
Ahí va a una muerte segura está tan asustada, más asustada
que nunca, ladra, gime, pero nadie la ayuda.
El calor la quema, el calor la sofoca.
El miedo
La muerte
Ahí yacía calmo en el frío espacial, su cuerpo por 5 meses.
La luminosidad de cada astro acaricio sus restos putrefactos.
Que orbitaba para el deleite de una nación, el deleite de un vencedor.